Sin presente no hay futuro: conciencia y tecnología del Homo Sapiens

Figura humana en un entorno contemporáneo contemplando tres futuros divergentes proyectados: un futuro de alta tecnología/cibernética, un futuro ecológico/natural y un futuro cósmico/espiritual con nebulosas.
El futuro ya no es un solo camino. Desde nuestro «sapiens del 2025», la única estrategia es ampliar la conciencia para elegir dónde invertimos nuestra energía hoy.

La inteligencia sintética, la convergencia tecnológica (NBIC), la tecnoevolución y las llamadas tecnologías ontológicas conforman el presente que está redefiniendo el futuro del Homo Sapiens.

En la historia de la humanidad, solo el nacimiento de la palabra puede compararse con el impacto transformador que tienen las nuevas tecnologías en la especie.
Comprender lo que está ocurriendo requiere volver a ese punto de origen.

Etimológicamente, techné (τέχνη) significa arte, saber hacer, método para producir algo.
En su sentido más amplio, una tecnología es una mediación creada por la inteligencia para transformar la realidad —sea material o simbólica—.

La palabra fue la primera gran tecnología del ser humano: permitió traducir el mundo fenomenológico en relatos, almacenar conocimiento, transmitir emociones y construir una realidad compartida.
Si la conciencia es energía en proceso de organización, la palabra fue su herramienta de cristalización: el puente entre lo abstracto (la idea) y lo material (la manifestación).
Pensar es diseñar energía.
Hablar es programarla.

Así como la palabra redefinió el mundo, las nuevas herramientas digitales están creando una nueva forma de realidad.
Lo que cambia no es solo la tecnología: cambia la forma en que percibimos el tiempo, el espacio y la conciencia.

Durante siglos, creímos que la evolución era un proceso lineal. Hoy, la tecnosfera acelera esa línea hasta convertirla en un presente continuo.
Los avances se vuelven tan inmediatos que el futuro ocurre dentro del ahora.

Así como la palabra nos hizo humanos, la inteligencia artificial y la convergencia tecnológica podrían estar gestando otra especie de humanidad.
La pregunta no es si eso ocurrirá, sino qué conciencia lo habitará.

Como observador privilegiado —como todo ser consciente biológicamente—, me permito disfrutar del impacto de estos cambios, sabiendo que cada invento redefine nuestra ética.

Mis green flags:
todo lo que amplíe la vida, la salud y el bienestar humano.

Mis red flags:
la pérdida de libertad interior, la desconexión del alma y la sustitución del sentido por la eficiencia.

No temo al futuro, pero me ilusiona no perder el presente.
Porque sin presencia, no hay conciencia, y sin conciencia, no hay elección.

El siglo XXI nos obliga a decidir más rápido que nunca.
Lo que antes planeábamos a cinco años, ahora lo decidimos en meses.
Nuestra conciencia deberá aprender a vivir en un presente expandido, donde el cambio ocurre mientras intentamos comprenderlo.

Ampliar la conciencia será aprender a elegir dónde ponemos la energía, no para lo que vendrá, sino para ser ahora.
El futuro ya no se espera: se habita.

Reflexión final

Ayer fui empresario, hoy soy escritor, mañana… Ayer fui papá, hoy soy papá, mañana… Ayer fui hijo, hoy soy hijo, mañana… ¡Euréca! Tal vez mañana no exista, y eso no va a cambiar nunca. El principio de la existencia no va a poder ser cambiado por ninguna tecnología… Fuck, se me ocurre que tal vez sí. Pero lo escribo la semana que viene, si es que sigo existiendo.

Desde tu ahora, en mi pasado, gracias por este presente.

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