Los caminos del infinito

Metáforas de lo intangible.

Hay símbolos que por algún motivo nos cautivan tanto a nivel personal como social. Es difícil encontrar una respuesta a por qué una serpiente que se muerde así nos cautiva más que una suricata mirando al horizonte. Pero en este espació nos gusta crear respuestas sin necesidad de que se sean únicas ni verdaderas, sino solamente posibles. Así que, disfrutando de la libertad del pensamiento y el flujo de la imaginación, se me ocurre que tal vez la respuesta esté en la sintonía que generan estas imágenes con procesos internos de los seres vivos y en particular de los humanos. 

Tomemos como ejemplo el símbolo del infinito, que por interpretación se puede asociar a la simbología representada en el Ouroboros, Mehen, Yin yang, buscador de sueños, nudos celtas, la chakana, la cruz maya, Navapada, Kalachakra; entre los más similares por su correlato con la percepción cíclica de la experiencia humana en los distintos niveles en los cuales cada una de estas visiones de la existencia la concibe. 

 Mi reflexión inicial se inclina hacia la pregunta del “¿por qué?”. ¿Cuál es la sincronía o la sintonía que, a lo largo del tiempo y en distintos lugares de planeta, hacen que emerjan conceptos similares? ¿Qué es lo que se manifiesta en nosotros y requiere darle sentido expresándolo en forma de símbolos para que podamos traerlo al escenario compartido de la experimentación humana? ¿Por qué ese mundo interno debe ser representado de alguna manera para que sea compartido? ¿Y cómo es que un símbolo sintoniza con una sociedad y perdura y otros no?

Una amiga con la cual he compartido profundas charlas me diría: “porque no son los yo individuales las que los crean, sino una consciencia de la cual somos parte la que tiene esa información y nosotros la canalizamos y la transformamos en formas que de alguna manera tiene una conexión con eso que no es de esta realidad tangible, humana y temporal”. 

Intentando buscar caminos y no fronteras, voy a tomar esta visión como un nuevo mapa de exploración; y los invito a recorrerlo conmigo en los siguientes pasos que dejarán como huella solo palabras. 

Iniciamos el viaje asumiendo que la conciencia que se podría explicar como “el todo que es una” y se experimenta mediante algún tipo de capacidad o sensibilidad que poseemos los humanos, para percibirla. En muchas reflexiones filosóficas, la búsqueda por comprender ha identificado esta dualidad entre un mundo experiencial intangible y uno experiencial tangible. En cada uno de estos mundos las leyes que los rigen, por decirlo de algún modo, son diametralmente opuestas, como por ejemplo el concepto del tiempo. 

En la experiencia tangible, el concepto del tiempo es determinante para dar un inicio y un fin a una forma de experimentación donde su correlato interno es la memoria de lo que soy. Comienzo formando mi memoria con recuerdos que me contaron y la finalizo con los recuerdos que me han hecho sentido y asumo como una unidad o membrana que delimita mi experiencia en relación con mi entorno. 

Desde esa membrana construyo la idea de un yo que se permea con otras membranas, pero que, si en algún momento se separan, mi yo permanece, hasta que en algún momento de la experiencia tangible, la membrana, cual burbuja de jabón explota y esa memoria deja de ser percibida por lo demás. 

Mi experiencia en el plano de lo tangible ha dejado de ser percibida por mí y por los demás. Mi ciclo finalizó. Sin embargo, en la experiencia intangible, ese ciclo no es temporal, no inició con una memoria temporal ni terminará en algún momento. La experiencia intangible en los símbolos del infinito es el escenario donde la línea que les da la forma puede surgir. 

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Soy.

Soy gota que en el río se cree mar.

Soy río que en el mar se cree corriente.

Soy corriente que en el mar se cree agua.

Soy agua que en la tierra se cree orilla.

Soy orilla que en la tierra se cree frontera.

Soy frontera en el mapa de un planeta.

Soy planeta en el espacio del universo.

Soy universo en la gota de la existencia.

Soy existencia en la consciencia.

Soy consciencia en la experiencia.

Soy.

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Recorriendo las líneas que forman el símbolo del infinito camino en el borde de las fronteras entre mi experiencia tangible e intangible; pero al final un camino es una frontera que no percibimos. Si, como dice mi amiga, la conciencia es el todo, el camino no es frontera, el infinito no existe y los símbolos que lo representan solo son el haz de luz con el que la mente ilumina el camino. 

Disolver los símbolos y dejar que la experiencia intangible guíe la experiencia tangible es una forma distinta de experimentar. No recorrer caminos, sino dejar que los caminos nos recorran, así como la luz del sol alumbra los planetas mientras giran, no moviéndose, sino dejando que la experiencia emerja del movimiento de lo intangible.

Usar símbolos para representar lo intangible, es una manera mental de intentar crear la materia, pero si la materia no existe, lo único que vamos a crear es fantasía. Y alguien podrá preguntarse si la experiencia no es una fantasía, y mi amiga contestaría: “puede ser tu fantasía, pero es mi realidad”. 

Estas fueron las huellas del pensamiento que se hizo palabra. Así cómo las experiencias se hicieron símbolos y como la mente que las interpretó las convirtió en realidades posibles. 

El paseo de hoy concluyó, abriendo las puertas a un nuevo inicio, tal como el símbolo del infinito lo predijo.

Desde tu ahora, en mi pasado, gracias por este presente.

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