Marca personal: las redes sociales nos visten.

Desde hace un tiempo, por una cuestión de comunicación de mis actividades, tuve que comenzar a trabajar en mi marca personal en redes sociales. Me considero algo reservado, por lo que solo trato de aparecer si creo que mi aporte es importante. Pero me di cuenta de que cada vez es más importante mostrar los rostros de las personas que hablan y transmitir emociones, no solo datos útiles. Si bien el marketing desarrolla esto desde hace décadas, con la proliferación de generadores de contenido en las redes y la búsqueda de generar comunidades, se acentúa la necesidad de empatizar con los demás para generar conexión y fidelidad.
Independientemente de cuánto nos guste esta etapa de la comunicación mediatizada por la tecnología, es un hecho que para interactuar con el mundo que nos rodea, las redes sociales son nuevos escenarios donde se nos demanda presencia en la vida cotidiana. A veces como protagonistas, otras como actores de reparto y otras como simples audiencias que, con nuestros tiempos e interacciones, generamos tendencias, pero tan indispensables como los actores.
Lo interesante de este cambio es que antes teníamos un registro consiente sobre cómo nos vestíamos para las distintas ocasiones de nuestra vida cotidiana. Un jogging viejo, con una remera gastada, para estar en casa; un buen traje para una reunión importante de trabajo; un atuendo casual pero cuidado para una cita. Así íbamos definiendo nuestro vestuario entre nuestros gustos y lo que se acostumbraba a usar para la ocasión, y claro, también cómo queríamos ser percibidos.
Sin embargo, ahora no es tan claro qué vestimenta nos ponemos a la hora de mostrarnos en redes sociales. Y no hablo de lo que usamos para nuestras fotos y videos, sino de qué cosas mostramos de nosotros mismos y cómo nos mostramos. Si bien uno podría pensar que en nuestras propias redes tenemos cierto control sobre lo que mostramos, quedan miles de interacciones con el resto sobre las cuales no tenemos control.
El control que antes teníamos sobre nuestra forma de mostrarnos se va diluyendo y caemos en un mix entre las vestimentas virtuales aspiracionales, las autopercibidas como parte de nuestra identidad y las que el algoritmo va moldeando al formar esos canales de visualización en función de nuestras interacciones previas.
Los medios de comunicación siempre se tornan formadores de opinión y reconfiguran el espacio público y privado. Las redes no son la excepción, pero tienen una particularidad: a diferencia de los medios anteriores, la vinculación no era inmersiva. Nosotros estábamos fuera del medio, podíamos consumir el producto e interactuar en la vida cotidiana, pero no éramos el producto. Con las redes, somos parte de la experiencia que toma forma en la interacción.
Ya no podemos elegir qué ropa ponernos para ir al teatro, ahora somos parte del decorado. Es una característica que, en lo superfluo de la acción de interactuar con una pantalla, modifica nuestra forma de vivir. Somos individuos de una sociedad que, para sentirse cómoda, debe estar vestida de una determinada manera en la virtualidad. Esa vestimenta nos la dan los likes, los comentarios, posteos y demás interacciones que intercambiamos con nuestras comunidades.
Por lo tanto, si no te has dado cuenta, el problema de estas nuevas vestimentas es que ya no te vistes solo, sino que tienes a tus interacciones como consejeras sobre qué debes usar para sentirte cómodo con tu vida. No es una IA que te dice cómo vestirte, (si alguien hace una app con esta idea, solo le pido una membresía gratis por tiempo ilimitado), pero sí pasa a ser parte del repertorio de nuestros pensamientos sobre cómo vamos a ser vistos en función de esas interacciones.
En mi caso, aún no me decido a cómo vestirme, pero si miro en mis redes, seguro voy a tener muchas ideas sobre lo que me convendría ponerme.
Y vos, ¿ya sabés qué ponerte?
Desde tu ahora, en mi pasado, gracias por este presente.