El fin de los propósitos.

Cuando definimos ciencia, religión y filosofía desde su función utilitaria, solemos usar la expresión «se ocupan de» seguida de una idea de lo que creemos que cada una aborda dentro de su campo. Hoy me gustaría hablar no de qué se ocupan, sino de para qué lo hacen.
Para ponernos en sintonía, podríamos definir los campos de cada una de estas disciplinas: la ciencia se ocupa de los fenómenos comprobables de la realidad, la religión de los aspectos espirituales del ser, y la filosofía intenta encontrar lógicas en el pensamiento. Podríamos añadir la metafísica como la que se ocupa de entender lo que la mente no puede comprender. En definitiva, estos grandes campos de pensamiento e investigación abarcan la experiencia e intereses del Homo sapiens.
Pero ¿qué necesidades humanas satisfacen en última instancia? ¿Hay algo que indiscutiblemente sea de beneficio para la subsistencia de la especie, o más bien todas estas disciplinas intentan calmar una necesidad permanente de la mente, uno de los campos de creación de la experiencia humana?
Por el momento, no tengo otra hipótesis que explique una necesidad distinta, que no sea la de generar cierto nivel de previsibilidad sobre lo desconocido, lo cual ayuda a la mente a tomar decisiones basadas en sus propias creencias, moldeadas por la cultura y la psicología.
Si mi hipótesis es válida, todas las disciplinas que buscan respuestas sobre la existencia humana, en última instancia, intentan calmar la ansiedad provocada por lo desconocido. Esta motivación, aunque parezca “irracional,” es la que impulsa a los individuos a buscar certezas o, al menos, creencias que les den calma mental.
Los que me leen habitualmente saben que considero que la mente es solo uno de los campos de creación del ser humano, pero es el principal en el que se materializa la experiencia del Homo sapiens. El alma y el espíritu, que son otros campos de creación, no se han manifestado de manera tangible en la experiencia de la especie.
Por eso, al ser tan fundamental la mente en la creación de la realidad humana, me pregunto qué futuros le deparan si algún día alcanzara un dominio pleno sobre las variables que generan incertidumbre.
Trato de imaginar, si algún día se lograra la inmortalidad de la persona autopercibida como una unidad en sus características identitarias, su historia y sus deseos, ¿qué la motivaría entonces? ¿Cuál sería el próximo paso en su evolución? Una especie que se identifica con la evolución en busca de la inmortalidad y del descubrimiento último de la verdad, ¿se quedará sin energía al satisfacer esta demanda? ¿Qué consecuencias tendría esto para la especie? ¿Sería esta búsqueda, al llegar a su fin, como una vela que se extingue al agotarse su combustible?
En mi opinión, los propósitos son un juego de palabras que me ayudan a pensar en qué puede motivar la búsqueda de posibles futuros para la humanidad. Este concepto de «humanidades posibles» surge de mi percepción de que el ser humano tiene en estos momentos la posibilidad de elegir distintos caminos para evolucionar como especie. Definir propósitos es un fin en sí mismo. Si los definimos para alcanzar la inmortalidad del Homo sapiens, nos guiarán hacia la hibridación tecnológica. Si los definimos para alcanzar la integración con las dimensiones intangibles del alma y el espíritu, nos obligarán a considerar si la tecnología, como extensión de la mente, nos alejará de otras posibles especies de homínidos no tecnológicos.
Por mi parte, no creo que el escenario del Homo tecnológico sea el que me hará feliz, más allá de confiar en que este Homo será el que domine las variables de la dimensión física, con la consecuente inmortalidad del Homo sapiens. Sin embargo, me inclino a buscar una humanidad que persiga otros propósitos, más ligados a la aceptación del caos y lo indeterminado, a lo menos tangible, racional pero más experimental. Si debo redactar el fin de mi propósito, diría que me ocupo de integrar las dimensiones tangibles e intangibles para diseñar humanidades posibles, pero no previsibles.
Y tú, ¿cómo redactarías tu propósito?
Desde tu ahora, en mi pasado, gracias por este presente.