¿Eres dueño del tiempo o solo te pertenece?

El concepto de propiedad está tan arraigado en nuestra cultura que creemos podemos administrar lo que nos pertenece en función de nuestros deseos. ¿Pero qué sucede con aquellos conceptos fundamentales en nuestra cosmovisión que no son de nuestra propiedad, pero que suponemos podemos manejar a nuestro antojo?

El tiempo es una forma de concebir la existencia que se relaciona con la dimensión tangible, todo lo que podemos o podremos administrar según las leyes de la física. La utopía de los viajes en el tiempo es la conquista ulterior del ser humano sobre la existencia en la dimensión física.

Desde que tomamos conciencia de la muerte, nos hemos preocupado por saber qué hay después de ese tiempo que llamamos vida. Al no tener una respuesta que nos permita administrar las variables para ejercer nuestra voluntad sobre ese nuevo estado, nos obsesionamos con hacer eterno este tiempo que trascurre desde que nacemos hasta que morimos.

Por eso el tiempo, al igual que los conceptos que nos exceden en su comprensión racional, cuyo exponente máximo es el concepto de existencia, nos llevan a observarnos desde múltiples dimensiones.
El más sencillo de determinar es el tiempo del reloj, ese que nos permite anticipar lo que vendrá y organizarnos en función de esa regla exacta que mide el devenir de la eternidad. Sin importar cuando comenzó o cuando va a terminar, tenemos la certeza que un segundo procede y precede del anterior.

Existe la posibilidad que mientras más nos adentremos en la dimensión cuántica de la realidad podamos darle nuevas formas a la comprensión del tiempo en la dimensión tangible, y podamos administrarlo según nuestro antojo. Pero al no es tan intuitivo, ya que nuestra mente no accede de manera experimental a la condición cuántica del tiempo, como tampoco a sus efectos, aún no podemos imaginar una dimensión tangible donde los humanos sean capaces de adecuar el tiempo a la propia voluntad.

Esta nueva forma de concebir el tiempo, rompiendo la cualidad sincrónica que tanto nos ayuda a sentirnos seguros, también nos abre la puerta a considerar que lo intuitivo racional, puede dar paso a lo intuitivo no racional, como formas humanas de existencia.

En esta entrada del blog mi intención no es hacer un desarrollo extenso del concepto del tiempo, sino más bien dejar planteado el interrogante sobre qué tan racional es la realidad y qué tanto podemos explorar en la irracionalidad las humanidades posibles.

Pido disculpas si mi forma de escribir es un tanto confusa, pero así suele ser mi estructura de pensamiento. Una idea se configura en distintos niveles de comprensión y para darle sentido trato de usar palabras que me permitan expresarla, pero es muy frustrante, ya que generalmente no las puedo abarcar por completo.

Asumo que esto nos ocurre a todos y es por esta razón que resulta tan difícil comprender la humanidad, en las diversas dimensiones y niveles al mismo tiempo. Al igual que es sumamente complejo poder expresar toda esa experiencia humana en un texto que transmita todo ese universo de sentidos, es igualmente complejo diferenciar si la realidad es más sencilla y solo nuestro pensamiento la complica.

La idea que trato de explorar es si el tiempo, un concepto racional universalmente aceptado como constitutivo de nuestra realidad en la dimensión tangible, nos permite también abrir la existencia a lo irracional de las dimensiones intangibles.

Si fuera el tiempo la llave o la puerta que abre nuevas dimensiones donde el ser humano también habita, ¿qué caminos deberíamos recorrer para acceder a ellas? ¿Y qué pasaría si los humanos buscamos la existencia en una sola dimensión y no en la integración de estas? Así como la experiencia nos permitió conocer la humanidad en sus facetas racionales y emocionales a medida que fuimos abriendo nuestra capacidad de comprender cómo se retroalimentan, tal vez, el tiempo nos dé la posibilidad de habilitarnos a integrar las dimensiones tangibles e intangibles para reconocer las nuevas humanidades posibles.

Ser dueños del tiempo es una cualidad que depende de nuestra posibilidad de elegir qué hacemos mientras él trascurre. No somos sus dueños, pero sí podemos hacer que nos pertenezca.

Desde tu ahora, en mi pasado, gracias por este presente.

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