La búsqueda de sentido es un acto compartido.

El fundamento de la existencia.
Ya la existencia tiene nuestras huellas; no importa lo que pase, ¡lo que pasó ya es! ¿Te das cuenta de la dimensión de nuestra historia…? En lo infinito y eterno del tiempo y del espacio, existimos. ¿No es eso increíble? ¿Igual crees que la busqueda de sentido de la existencia es un gran vacío?
La sensación de sentirnos vivos es una de las maneras que tenemos los seres humanos de experimentar la existencia. La inexplicable capacidad que tenemos de autopercibirnos en relación con un universo físico, mental, emocional y espiritual, por sí sola, ya es un relato digno de ciencia ficción.
Es tanto lo que no sabemos y otro tanto lo que no comprendemos, que la sensación de vacío en nuestros universos puede ser agobiante. Sin embargo, el ser humano finge demencia y avanza con la vida como si realmente hubiera una certeza ontológica. «Mi verdad es la única realidad», podría decir el personaje de un cuento al aceptar su locura, eligiendo vivirla aun sabiendo que nadie más sería capaz de compartirla con él.
Somos seres muy particulares. Supongo que, aun sin una conciencia plena, igualmente tenemos un atisbo de lucidez y nos damos cuenta de nuestra locura. No somos reales en el sentido de que existimos más allá de nuestros pensamientos, porque son ellos los que dan forma a nuestra realidad. Pero los pensamientos, al ser etéreos, se contradicen con la sensación de que hay una realidad que nos excede.
Esta sensación se comprende como la metáfora del espejo en el ascensor: antes de entrar, está vacío; una vez que nos reflejamos, esa imagen permanece por la eternidad. Pero ese reflejo, desde nuestro concepto de realidad, ya no existe, no somos nosotros, simplemente es una imagen de un momento de nuestra vida. Sin embargo, al igual que en los espejos, en nuestra memoria se multiplican nuestras sensaciones de existencia.
Somos seres que vivimos en la locura de creer que la existencia tiene la materialidad de nuestros pensamientos. ¿Pero qué seríamos sin ellos? ¿Realmente existe algo que le dé sentido a la existencia humana? La respuesta es sí: es la certeza de que hay otro para quien tiene sentido que nosotros hagamos un esfuerzo para hacer de este mundo un lugar mejor.
Y ese sentido no lo da la razón, lo da el amor. Ya no importa qué es verdad, qué es realidad y si alguna vez podremos comprender el todo de la existencia. Lo que hace que nuestra vida tenga un motivo para seguir es sentir, creer y pensar que mis actos tienen la capacidad de ayudar a que otros puedan sentir que no están solos.
Ni siquiera puedo distinguir si mis actos, con una moralidad temporal, son buenos o malos, porque lo que hoy creo que es una salvación puede terminar siendo una condena. Pero el estar para otro y saber que, si me necesita, puede contar conmigo, es un pacto de humanidad que nos permite darle sentido a nuestra vida.
Hoy quería escribir sobre lo importante de la existencia, esa búsqueda que obsesiona y que siento que por sí sola es una quimera, pero que, por el solo hecho de buscarla, me ayuda a encontrar nuevas formas de comprenderla.
Hoy me siento satisfecho con la respuesta que encontré: mi sentido de la vida no está dentro de mí, sino en la relación que forjo con el otro. En ese espejo puedo encontrar un camino que siga guiando mis preguntas. Pero sabiendo que, aunque no encuentre las respuestas, siempre voy a encontrar un refugio en las acciones que me permitieron estar para mi otro yo.
En definitiva, la búsqueda de sentido, es como la felicidad: para que exista, tiene que ser compartida. Sin un otro, mi existencia sería innecesaria.
Desde tu ahora, en mi pasado, gracias por este presente.