IA: ¿qué te hacen sentir estas letras?

Cuando las experiencias humanas cobran valor por lo que nos hacen sentir y no por lo que significan es cuando probablemente debamos detenernos a meditar (poner en sincronía alma, mente y espíritu) para encontrar nuestro propio eje desde el cual asignarle sentido a la experiencia que estamos transitando.
En la historia de las sociedades siempre encontramos cambios disruptivos que desestabilizan los paradigmas con los cuales nos sentimos cómodos para analizar la realidad. Más allá de los problemas que transitamos, tenemos un marco de referencia para entender la situación que estamos viviendo.
La IA en sí misma no es más que uno de estos cambios que transformarán la vida de las sociedades en la tierra, lo cual en 100 años no será más que la descripción de una nueva revolución a la cual los seres humanos nos hayamos adaptado, incorporado y aprendido.
El problema, y desde donde yo lo vivo, no es lo que va a traer aparejado en la sociedad, sino lo que va a cambiar de mi vida, que no me gustaría que cambie. Me resisto a pensar que voy a compartir mi tiempo con una inteligencia que no sea la mía. Me imagino que con tanta innovación algún día el algoritmo detectará que quiero algo antes de que yo sea capaz de pensarlo y ya me dará las sugerencias sobre lo que debería hacer para lograrlo, o sugerencias sobre si me conviene o no ir por ese deseo.
En este escenario, parece que la mente se verá “optimizada” por nuevos procesos de autopercepción de la realidad, con los cuales tomaremos decisiones. Al igual que planteaba en el post Un GPS para la vida ¿lo usarías?, sería elegir tener una herramienta que me ayude a tomar decisiones con mayores oportunidades de lograr el objetivo. En cien años va a ser una pregunta tan obsoleta, como hoy nos preguntaríamos por qué usar un mapa para llegar a una dirección, en vez de usar el navegador del móvil.
Y mi opinión es que sería muy necio no aceptar el cambio tecnológico en nuestras vidas, ya que la racionalización de los procesos ha demostrado ser una excelente herramienta para cumplir objetivos en la dimensión tangible. No hay una mejor estrategia que ponerle lógica a los procesos para que la realidad se adapte al plan. Sobre todo, si tengo una herramienta tan poderosa que me permita analizar en tiempo real las variables que me ayuden a encontrar el mejor camino para llegar a mi destino de la manera más eficiente.
Pero si estoy tan seguro de este beneficio, porque a aún sigo sintiendo que quiero ir por otro lado. Porque quiero apagar el GPS y dejar que el error me lleve a vivir experiencias que no sé cómo van a terminar y si serán de mi agrado. En mi caso la respuesta es libertad.
La libertad de que suceda lo inesperado, me hace libre de ser yo algo que no espero. No es la libertad de elegir el camino que quiero, es la libertad de enfrentarme a lo inesperado. Es escaparme de la mente y sus lógicas para que el alma se exprese con cada nueva situación que me altere el cuerpo entero.
Por ejemplo, cuando jugamos a algo, lo gratificante es ganar, pero lo divertido es no saber si lo voy a lograr. Para mí la IA me hace sentir aburrimiento, pensar que la vida podría convertirse en ruta trazada por un GPS, es como saber el día en que me voy a morir. Y no quiero aburrirme pensando en cuantos días me quedan, quiero divertirme para disfrutar cada día que vivo.
La IA, como toda nueva tecnología, nos propone una aventura; la humanidad elegirá si la vive con el objetivo de gratificarse o de divertirse… aunque, como suele suceder, probablemente sea un mix entre nuestra esencia y nuestra voluntad.
Desde tu ahora, en mi pasado, gracias por este presente.